domingo, 10 de mayo de 2020

Eleanor

- ¡Eleanor! ¡El desayuno está listo!
Eleanor bajó las escaleras a toda prisa.
- ¡El desayuno! ¡Qué bien! Tengo tanta hambre que me comería una vaca.
La niña se sentó en la mesa y alargó el brazo para ponerse algo de zumo mientras su madre le servía las tostadas.
- ¿Qué son esas marcas en tus brazos Eli? ¿Otra vez has vuelto a morderte en sueños?
- No he sido yo mami- dijo, mientras se llenaba el vaso hasta arriba de zumo.
- No empieces cariño.
- Pero mami...
- ¡Ni pero ni pera! Vamos a tener un desayuno tranquilo aunque solo sea por hoy Eleanor. Te lo pido por favor.
La pequeña bajó la cabeza. Connie se sentó a su lado. Besó su frente y acarició su pelo.
- Tómate tus pastillas mi amor. Ya sabes lo que dijo el doctor.
Eleanor cogió las pastillas que le daba su madre. Se las tomó de una en una con ayuda del zumo.
Frank bajó las escaleras ataviado con un traje de chaqueta gris. Murmuraba algo inteligible.
Cuando llegó a la cocina, respiró profundamente y se acercó a Eleanor:
- Eli, ¿has vuelto a coger el maletín de papá?
- No papá. No he sido yo.
- No he sido yo, no he sido yo. Últimamente en esta casa solo se oye eso. Cariño, necesito mi maletín. Dime dónde lo has escondido por favor.
- Te prometo que yo no lo he cogido papá. ¿Por qué no me crees? ¿Por qué nadie me cree?
Eleanor se echó a llorar metiendo la cara entre sus manos.
- Venga cariño - dijo Frank- No llores. Supongamos que no has sido tú, ¿quién ha sido entonces?
- Eso que vive en mi armario. ¡No estoy loca papá!
- Está bien cariño, tranquilízate. ¿Te sentirías mejor si miramos dentro de tu armario?
Connie intervino:
- ¿Crees que es buena idea Frank? Ya sabes lo que dijo el doctor...
- Vamos Connie. No seas tan estricta. Solo es una niña - se giró hacia su hija - Venga pequeña, vamos a tu habitación y miremos dentro de ese armario tuyo a ver lo que encontramos.
- Papá, ten cuidado. Mira lo que me hace a mí.
Eleanor le enseñó a su padre sus brazos llenos de mordiscos y arañazos.
Frank miró los brazos de su hija. Se agachó y la besó con suavidad en la mejilla.
- Tranquila cariño. Papi es el hombre más fuerte del mundo, ¿recuerdas?
Se quitó la chaqueta y la dejó en el respaldo de una de las sillas de la cocina.
- Vamos a cazar monstruos- dijo, arremangándose la camisa. Miró a Eleanor y le guiñó un ojo. Ella sonrió.
- Yo me quedo aquí. - dijo Connie - No quiero alimentar las fantasías de nuestra hija. No es bueno para ella Frank.
- ¡No son fantasías mamá!
Eleanor cogió la mano de su padre con fuerza y lo acompañó hasta la habitación.
- Bien. Ya estamos aquí.
Eleanor soltó la mano de Frank y se escondió detrás de la puerta de la habitación.
Frank se acercó al armario. Era un armario de madera viejo con detalles de flores tallados a mano en los marcos. Una auténtica joya. Lo habían comprado en un mercadillo cercano poco antes de mudarse por un precio irrisorio. Con una mano de barniz había quedado como nuevo. Abrió las puertas de par en par. Se giró hacia su hija.
- ¿Ves cariño? Aquí no hay nada.
La cara de la niña que asomaba por detrás de la puerta entreabierta de la habitación estaba desencajada.
- ¡Está ahí papá! ¡Justo detrás de ti! ¿No lo ves?
Frank se giró de nuevo. Salvo ropa, dentro del armario no había nada más.
- Eleanor, yo aquí no veo nada.
Metió la cabeza entre las perchas.
La niña empezó a gritar:
- ¡No papá! ¡No! ¡Sal de ahí! ¡Te va a coger! ¡Cierra el armario por favor! ¡Ciérralo ya!
Frank cerró el armario con rapidez y se dirigió hacia su hija que estaba hecha un ovillo en una esquina de la habitación. La abrazó con fuerza.
- Ya está cariño. Ya pasó. Ahí dentro no hay nada Eli. Solo ropa.
- Estaba ahí papá. Justo detrás de ti. Quiere hacerte daño.
- Eleanor cariño, ya está bien de armarios por hoy. Vamos abajo con mamá.
Cogió a su hija suavemente y la subió a su espalda.
- Bajaremos a caballo. ¿Recuerdas nuestros paseos a caballo? Todo mejorará mi pequeña. La mudanza ha sido dura para los tres.
- ¡Arre papá!
Frank pegó un relincho y bajó galopando hasta la cocina con la niña a la espalda.
Una vez allí, sentó a su hija en la silla.
- ¿Y bien? - dijo Connie - Estarás contento con el espectáculo que habéis montado ahí arriba, ¿no? Los gritos se oían desde aquí.
Frank miró a Connie:
- No quiero discutir Connie, ahora no. - Se giró hacia su hija- Eli, necesito que me digas dónde está mi maletín.
- Debajo de tu cama papá. ¡Pero yo no lo he cogido!
Frank subió de nuevo y entró en su habitación. Se acercó a la cama y se arrodilló. Asomó la cabeza por debajo de la colcha.
- Esta niña... - dijo Frank.
Cogió el maletín, bajó de nuevo a la cocina, besó a su hija en la frente, y se acercó a su mujer.
- ¿Sabes? Se me ocurre que mañana podríamos ir los tres al parque acuático.
Eleanor empezó a saltar alrededor de la mesa canturreando:
- ¡Sí! ¡Al parque acuático! ¡Al parque acuático! ¡Nos vamos al parque acuático!
Connie rodeó el cuello de su marido con sus brazos, lo besó en los labios, y susurró:
- Buena idea cariño.
Connie estaba en la cocina haciendo la cena cuando oyó la puerta de casa. Era Frank. Eleanor, tumbada en el sofá viendo la tele, se levantó de un salto y fue corriendo a recibir a su padre.
- ¡Papi, papi! ¡Te he echado de menos!
Frank, con expresión seria, miró a su hija:
- Eli, tenemos que hablar, acompáñame.
La cogió de la mano y se sentó con ella en el sofá.
Connie lo escuchó desde la cocina y se dirigió al comedor.
- ¿Ha pasado algo Frank?
Frank abrió el maletín y sacó una nota.
- ¿Has puesto tú esta nota en el maletín de papá esta mañana, Eli?
- No papá. No he sido yo.
- ¡Eleanor! ¡Ya está bien de tonterías! ¡Es tu letra!
Frank le dió la nota a Connie. Connie palideció y miró a Frank, que volvió a dirigirse a su hija:
- Eleanor, será mejor que te vayas a tu habitación y pienses en lo que has hecho.
- Pero papá, ¡no he sido yo!
- ¡Se acabó! ¡A tu habitación! Mañana hablaremos de esto.
Eleanor se fue corriendo escaleras arriba y se encerró en su habitación de un portazo.
- ¿Crees que el tratamiento está funcionando? Cada día la veo peor. La historia del armario, las marcas en sus brazos. Y ahora esto. Maldita sea Connie. Debimos quedarnos en Nueva York.
- El doctor dice que el tratamiento es largo y lleva tiempo. Hay que tener paciencia Frank. Eso es todo. Vamos a cenar y a dormir. Ha sido un día largo.
Al día siguiente Connie se despertó como siempre antes que nadie. Frank dormía profundamente a su lado. Con mucho cuidado se levantó de la cama y fue a la habitación de su hija. Abrió la puerta despacio y asomó la cabeza. Eleanor dormía profundamente. Connie entró y arropó a la pequeña con cuidado. La puerta del armario estaba entreabierta, así que se acercó y la cerró. Cuando se giró, Eleanor estaba justo detrás de ella completamente inmóvil, con la mirada perdida y señalando el armario. Connie pegó un respingo:
- ¡Qué susto me has dado Eli!
Eli no contestó. Su madre la cogió de la mano y volvió a meterla en la cama.
- Sigue durmiendo mi amor. Voy a hacer el desayuno.
Por fin, Connie bajó a la cocina a hacer algo de café y unas magdalenas.
Mientras preparaba el café oyó un fuerte golpe en el piso de arriba.
- ¿Va todo bien chicos?
Nadie contestó.
Se acercó a las escaleras.
- ¿Va todo bien? - volvió a preguntar desde abajo.
Nadie contestó.
En ese momento, vió aparecer a Eleanor con un cuchillo en la mano y empapada en sangre. Connie dió un paso atrás.
- ¡Eleanor! ¿Qué está pasando? ¿Qué es toda esa sangre? ¿Dónde está tu padre? ¡Frank! ¡Frank!
Eleanor no reaccionaba. Seguía bajando las escaleras lentamente.
- ¡Eleanor! ¡Ya está bien! ¿Dónde está tu padre? ¡Suelta ese cuchillo! ¿Me oyes? ¡Frank! ¡Frank!
Eleanor levantó la cabeza y la miró fijamente. Aceleró el paso y fue directa hacia su madre. Connie echó a correr, pero era demasiado tarde. La niña saltó encima de ella y le cortó el cuello en un solo movimiento.
Connie cayó al suelo.
Eleanor, de pie frente a ella, con una media sonrisa dibujada en su cara, dijo:
- Deberíais haberla creído.
Y automáticamente se clavó el cuchillo en el pecho.
Sobre la mesa del comedor, una nota del puño y letra de la niña que decía:
"Vais a morir todos."

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