jueves, 27 de febrero de 2020

He introducido unos cambios en Fermín
Los he marcado en amarillo para que, quien no quiera, no se tenga que leer todo.



FERMÍN
Fermín era el tonto de la clase en el colegio. No fue acoso escolar lo que le hacían los compañeros porque en aquella época nadie lo llamaba así. En clase unos pocos se dedicaban a burlarse de él y para el resto nos era indiferente. Siempre respondía a las burlas con su silencio y enrojeciendo su cara de forma alarmante. Quizá fue por su aspecto fofo y regordete, quizá porque nunca decía nada ni se quejaba el caso es que nunca vi que nadie le pegara.

En el recreo siempre se sentaba sólo con su bocadillo mientras los demás jugábamos al fútbol con una pelota de papel o a perseguirnos con el "tú la llevas" 

Fue toda una sorpresa encontrarlo en la Facultad de Medicina. Como hijo de panaderos me lo imaginaba trabajando en el negocio familiar ya que nunca había sacado notas brillantes. No podía imaginármelo en la Universidad y, menos aún, que lograse pasar el corte de los exámenes de selectividad. Además era especialmente complicado el acceso a la facultad que yo había elegido.

Mi relación con él fue cordial. Lo saludaba como ex-alumnos que éramos del mismo colegio pero no hice amistad con él. Pocas veces hablamos entre las clases. Ninguno de los dos quería hablar de los recuerdos que podríamos compartir. 

Él, a duras penas, logró acabar la carrera. Yo estaba acabando el MIR de médico rehabilitador cuando él finalizó sus estudios. 

Le perdí la pista durante algún tiempo hasta que me enteré que lo acababan de nombrar Consejero de Sanidad tras las elecciones al gobierno de la Comunidad Autónoma. Enseguida juzgué que la decisión había sido un gravísimo error del partido político que había ganado.

Estaba verdaderamente sorprendido, pero mi sorpresa aún fue mayor cuando, días más tarde, acabando la consulta me llamó el director del hospital para que me presentas en su despacho en cuanto acabara con todos los pacientes. 

Me comunicó que el nuevo Consejero de Sanidad había preguntado por mí y que requería mi presencia en la sede de la Consejería al día siguiente.

A mi llegada encontré a otros médicos de mi misma promoción. Nos fuimos presentando y pudimos comprobar que no había ninguna especialidad médica ni ningún hospital con dos representantes.  Fermín nos recibió a todos juntos. Nos alabó por nuestro recorrido profesional y nos contó su verdadera intención para con nosotros. Pretendía que fuéramos asesores suyos sin dejar de trabajar en los hospitales donde estábamos destinados. La forma legal para hacerlo era crear un equipo consultivo del cual formaríamos parte sólo los presentes en la reunión. 

Sentía que su pretensión era saber de primera mano lo que estaba sucediendo en los hospitales y que no se fiaba nada de los directores generales que su partido estaba colocando en la Consejería que, claramente, era políticos con mucha historia en el partido. Para que ninguno se hiciese atrás la pertenencia a este equipo consultivo estaba especialmente bien remunerada. Con una o dos reuniones mensuales casi doblábamos el sueldo. Ninguno de los presentes renunció a aquella bicoca.

La cordialidad fue patente en las primeras reuniones. Al principio nos pidieron que les informásemos de las mejoras que se podían hacer en los hospitales de donde proveníamos. De las propuestas que yo llevé, supervisadas por mi director de hospital, enseguida hicieron caso a las dos que apenas costaban dinero, del resto nada de nada. 

En el hospital los compañeros empezaron a pensar que yo era del partido gobernante. Yo lo desmentía diciendo que siempre había pasado de la política. Lo cierto fue que bien no me creían o bien me consideraban simpatizante del partido. En principio no me importó demasiado esa creencia, pero las cosas cambiaron ese mismo año.

Poco a poco las reuniones del equipo consultivo dejaron de ser cordiales. Como dice el viejo refrán "nadie da duros a cuatro pesetas". Empezaron a pedirnos información que no tenía que ver con la Sanidad. Las preguntas sobre qué médicos estaban en contra de la Consejería me hicieron sentirme fuera de lugar. Me abstuve de presentar ningún informe al respecto. Lo justifiqué diciendo que en el hospital me consideraban del partido y ningún médico hablaba mal de la Consejería delante de mí.

Los problemas serios empezaron con una medida especialmente polémica de la Consejería. Decidieron implantar como obligatoria la vacuna contra el papiloma humano en todas las adolescentes. El coste de la vacuna lo pagaría íntegramente la Consejería. Hubo detractores en todos los hospitales, pero fue el compañero de la promoción que representaba a los pediatras quien se manifestó especialmente duro dentro del equipo. Defendió que era un coste desproporcionado comprado íntegramente a una única empresa farmacéutica, que los estudios realizados demostraban que la fiabilidad de la vacuna era extremadamente baja y que los efectos secundarios podían ser muy graves.

En la siguiente reunión no hubo ningún representante de pediatría y Fermín nos informó de la dimisión de nuestro compañero. Su cara se puso igual de roja como se le ponía en el colegio cuando dijo la palabra "dimisión".

Lo que sucedió en el mes siguiente dio la razón al pediatra. Unas cuantas niñas que tuvieron que ser hospitalizadas tras la vacuna y dos de ellas acabaron en cuidados intensivos. La siguiente reunión del equipo tenía el aspecto de un funeral. Casi nadie hablaba y nos limitábamos a contestar lo más escuetamente posible las preguntas que Fermín nos hacía. Cuando acabó la reunión todos trataron de irse rápidamente y yo aproveché para quedarme a solas con Fermín.

-Fermín nos conocemos desde hace demasiado tiempo y quiero aclarar cosas contigo fuera del equipo consultivo ¿Podemos hablar ahora?

Se quedó mirándome fríamente y luego su gesto cambió. Me dijo que sí pero que debía hacer un par de llamadas. Tras quince minutos de espera salió de su despacho y me invitó a cenar.

Ya en el restaurante se desahogó conmigo. Me contó que si estaba en política era porque su padre era un antiguo y bien considerado militante del partido. Que él lucho por ser médico para que su padre no le obligara a seguir con el viejo negocio familiar que, para su descanso, había acabado en manos de su hermana menor. Que fue su padre quien lo afilió y quien hizo presión para que ocupase un puesto de responsabilidad.

Cuando le pregunté cómo había llegado tan alto sin haber ocupado nunca otros cargos en el partido volvió a sorprenderme, esta vez con su sinceridad.

-Estoy donde estoy porque era la única persona que mantenía el equilibrio dentro de las familias del partido. Yo era y soy un don nadie que iba a ser y está siendo manipulado por sus directores generales. Por eso creé el equipo consultivo y por eso no hay ningún director general dentro de ese equipo.

Me quedé boquiabierto. No me lo esperaba y me di cuenta que nunca había conocido a Fermín porque nunca me había acercado a él. Ante mi silencio prosiguió.

-La burrada de las vacunas procede del Director General de Farmacia y productos sanitarios. Tiene vínculos a través de la cuñada de su mejor amigo con la empresa farmacéutica que se ha quedado el contrato de la vacunas. Empresa que, por otra parte, financia generosamente al partido.

-¿Lo vas a denunciar?
-No tengo pruebas, sólo indicios.
-¿Por qué no dimites?
-No es tan fácil. Nada más salir lo de las hospitalizaciones de las niñas me llamó el Presidente para decirme que todo el gobierno y el partido están conmigo y que me van a defender a capa y espada. Lo que traducido fuera del ámbito político quiere decir que tú no te mueves de ahí.
-En cualquier caso cuando se enfríe la situación te irás.
-No creo que me dé tiempo. En el partido ya estarán buscando quien me sustituya. Serán ellos quien me digan cuando he de presentar la dimisión. Esto funciona así. No me dejan moverme ahora para que yo cargue con la responsabilidad y, cuando todo haya pasado, vendrá quién me sustituya que no tendrá que dar la cara por toda esta mierda.
-¿Cuándo crees que te van a sustituir?
-Cuando las vacunas ya no hagan ruido en los medios de comunicación. Antes ningún sustituto querría ocupar mi sitio.
-Yo quería cuestionarte cosas que se estaban produciendo en el Equipo consultivo y mi continuidad en él, pero con lo que has contado me he quedado sin palabras.
-Esto es la política. Cuanto más arriba llegas más fuerte es la caída. Nunca debí haber aceptado este puesto. Me hicieron creer que estaba capacitado y mi padre fue el que más me empujó para que lo aceptara. ¡Se siente tan orgulloso de mí!

Tras pensar un momento en lo que me estaba contando noté que había algo que no cuadraba. Y se lo pregunté abiertamente.

-Me extraña mucho que me hayas contado todo esto a mí ¿No tienes amigos a quién contárselo?
-Sabes que no hice amigos en el colegio. Estando en la Universidad entré en el partido. Mis amigos son del partido y no pretendo mover nada dentro del partido. Además creo que alguno me traicionaría y rápidamente contaría lo que te he dicho.

Me sentí mal por él. Me di cuenta donde me había metido al aceptar ser miembro del Equipo Consultivo. Para toda la Consejería de Sanidad yo era ahora un hombre de confianza de Fermín por lo que, cuando él ya no estuviese en el cargo, yo sería un hombre en el que no se podría confiar.

 En esos pocos meses como miembro del Equipo consultivo se había empezado hablar de hacerme un hueco en la dirección técnica del hospital. Un puesto equivalente al número dos del escalafón. Me podía despedir de ello. Por una parte me hacía mucha ilusión ya que mi ascenso en el Servicio de Rehabilitación era muy difícil teniendo varios buenos especialistas por delante de mí. Por otra parte me sentía descolocado en la dirección del hospital. No era lo mío. Yo, desde niño, había querido ser médico y ahora lo era.

 Era el momento de olvidarme de mí y centrarme en Fermín. Esto de ser médico hace que siempre te preocupes por la persona que tienes enfrente. Quería ayudarle y no sabía cómo hacerlo. De repente me acordé de mi mujer y se me ocurrió algo que le hiciera cambiar el pensamiento tan negativo que estaba sintiendo Fermín.

 -Permíteme que te hable de lo que más daño te está haciendo.
-¿De qué?
-De cómo vives la relación con tu padre.

Le cambió la cara. Le había tocado algún tabú. Nunca le había visto ese gesto.

-¿Que tienes que decirme de mi padre? -dijo con la cara enrojecida-
-Nada. No lo voy a juzgar. Él ha hecho lo que ha considerado mejor para su hijo. Es tu forma de relacionarte con él lo que te hace daño.

Ahora fui yo quien le sorprendió. No sabía qué contestarme hasta que me dijo

-¿Tu eres médico o psicólogo?
-Soy médico. Mi mujer es psicóloga y está haciendo su tesis doctoral con datos de mi servicio. Está estudiando la respuesta de los enfermos en relación a sus relaciones personales. No lo típico de las relaciones conflictivas si no lo que ella llama las relaciones tóxicas.
-¿Qué te hace pensar que tengo una relación tóxica con mi padre?
-Tu padre ha dirigido toda tu vida. En apenas unos minutos que me has hablado lo has puesto presente en todas las decisiones importantes por las que has pasado. No me extrañaría que una de las llamadas de teléfono que has hecho mientras te esperaba en la Consejería haya sido a tu padre.
La cara de Fermín se volvió a enrojecer mientras yo proseguí.
 -Y ahora la pregunta más importante que puedes hacerte para saber si la relación con tu padre es tóxica o no ¿Cuántas y cuáles de las decisiones importantes han sido verdaderamente tuyas?

 Tras un rato no demasiado largo de silencio me dijo que ninguna. Que de varias de ellas se sentía verdaderamente arrepentido. Consideró la peor de todas había sido meterse en política. Para mí lo más importante fue que reconoció su relación tóxica con el verdadero director de su vida.

 Me pidió pasar consulta con mi mujer de la forma más discreta posible. Debido a la apretada agenda de un consejero autonómico le fastidié los sábados por la mañana a Irene. Ella no se quejó. Quizá esa fuera la única ocasión en su vida de atender a un político de ese nivel.

 En los siguientes meses la batalla de las vacunas adquirió forma en todas las comunidades autónomas. El nombre de Fermín pasó a un segundo plano y la firme defensa de su partido del uso obligatorio de las vacunas puso en primera línea de la prensa a la Ministra de Sanidad.

Entre tanto Fermín realizó cambios en la cúpula de la Consejería. Acabó, con el beneplácito de sus directores generales, con el equipo consultivo pero me pidió que dejara provisionalmente mi puesto de trabajo para ser su asesor personal.

Se encargó de hacer público que procedíamos del mismo colegio y que éramos amigos desde la infancia. Esta información fue validada por la prensa ya que el colegio les confirmó que hicimos todo el bachillerato juntos.

Las consultas con Irene estaban ayudando mucho a Fermín.  Estaba consiguiendo una transformación personal significativa. Lo primero que aprecié fue que ya no se ponía rojo en público.  Fermín empezó a tomar decisiones de forma sosegada y sin consultarlas con su padre. Ni que decir tiene que su padre pasó a considerarme su peor enemigo político y eso que yo no me afilié al partido. Les dejé muy claro que mi puesto de asesor lo abandonaría cuando el Consejero lo decidiera o cuando Fermín dejara de serlo.

En poco tiempo mi trabajo con Fermín me hizo aprender muchas cosas del funcionamiento de la Consejeria que desconocía y sobre todo me hizo conocer a Fermín. No era la persona enganchada al poder que me había imaginado de él cuando me enteré de su nombramiento. Me escuchaba y aceptaba mis consejos. Nos tuvimos que enfrentar casi todos los días a nuevos problemas. Muchos días pasábamos más de 12 horas juntos.

Un buen día Fermín, tras la reunión semanal del Gobierno de la Comunidad Autónoma, me dijo que nos iríamos a comer juntos a su casa. Allí, sin posibilidad que nadie más nos oyera, me dijo:
 -Dejaré la Consejería en breve. Lo he hablado con el presidente y ya tienen un sustituto para mí.

Me esperaba que Fermín no siguiera en el gobierno toda la legislatura pero no que se fuera tan pronto y le dije

-Yo volveré a mi trabajo, pero ¿Tú dónde irás? Dejaste tu consulta de medicina general en un hospital privado que ya no existe.
-Eso le he planteado al Presidente y me ha dicho que no me va a dejar en la estacada, que le pidiera lo que quisiera.
-No me dejes en ascuas. Cuéntame.
-Le he pedido que me ayude a irme a Extremadura. Que quiero ser médico de pueblo donde nadie quiera ir.

Fermín no había perdido su capacidad de sorprenderme. Volví a quedarme sin palabras y el prosiguió:

 -Ya lo tenía hablado con Irene. Es una de las cosas que me hizo trabajar más. Decidir lo que quiero hacer con mi vida sin que nadie más intervenga en la decisión. Como imaginarás mi padre no lo sabe y se enterará de ello cuando ya esté de camino. 

Fermín no se fue de vacío. Antes de irse y aprovechando una directriz de la Consejería de Hacienda normalizó el gasto de cada dirección general. Así quien había tenido un incremento de gasto un año al siguiente tendría una disminución. La Dirección General de Farmacia y productos sanitarios tendría serios problemas incluso para pagar el gasto farmacéutico corriente. El próximo político al que mirarían mal sería al que ocupase esa dirección general.

La citada directriz le sirvió para más cosas. Limitó el gasto máximo en dietas y desplazamientos de todos los cargos públicos de la Consejería y bloqueó la posibilidad de que los pudieran subir. Fui yo el culpable de ese bloqueo. Le explique a Fermín que la mejor forma que quien viniera detrás no pudiera desbloquearlo era gastarse el dinero disponible. Le recomendé como hacerlo y conseguí que se ocuparan casi todas las vacantes de médico existentes en la región. El equipo médico de mi hospital me recibió como un héroe a mi regreso a la consulta externa de Rehabilitación.

El domingo siguiente a la dimisión del Consejero de Sanidad Irene y yo compramos el periódico regional. La portada hablaba de la caída del Consejero de Sanidad al que consideraban un globo que habían inflado para subirlo a Consejero y que había explotado.
Tras leer los dos la noticia Irene me dijo:

-Es totalmente cierta la primera parte de la noticia él era un globo al que habían hinchado pero Fermín no ha explotado. Lo lanzaron hacia arriba como a un globo, pero no lo pincharon.  Cayó despacio y llegó suavemente al suelo. El mundo de la política es como el mundo del espectáculo. Los que entran en él son lanzados hacia arriba con fuerza y poco a poco caen. No llegan al suelo si los vuelven a impulsar. Pero al final todos caen, todos caemos de una forma u otra.
-Muy poético lo que dices Irene pero ¿Por qué consideras que no ha explotado como dice el periódico?
-Porque no aceptó proseguir. No fue el Presidente Regional el que impuso al sustituto, fue él quien lo buscó. Con las aguas calmadas no les interesaba a los del partido que se fuera. Había sabido capear el temporal.
-¡No me dijo nada de eso!
-Yo le dije que no se lo contara a nadie y veo que me hizo caso. Tenía que romper con su pasado. Se ha dejado aquí a su padre, sus bienes y hasta la medio novia que tenía que también es del partido.
-Pero ha sido el partido quien le ha abierto la puerta de irse a Extremadura.
-Es lo que le cobra por los servicios prestados. Me dijo que cuando tenga en propiedad la plaza de médico se dará de baja.
-Me parece que voy hacer todo lo posible para que el Director de mi Hospital pase consulta contigo.

 Nos reímos un rato y luego me contó que estábamos invitados para ir a Cilleros, el pueblo donde lo habían destinado. Nosotros teníamos el honor de ser lo único que quería conservar de su tierra natal. Empecé a sentirme orgulloso de ser el amigo del tonto de la clase.

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