Los he marcado en amarillo para que, quien no quiera, no se tenga que leer todo.
FERMÍN
Fermín
era el tonto de la clase en el colegio. No fue acoso escolar lo que le hacían
los compañeros porque en aquella época nadie lo llamaba así. En clase unos
pocos se dedicaban a burlarse de él y para el resto nos era indiferente.
Siempre respondía a las burlas con su silencio y enrojeciendo su cara de forma
alarmante. Quizá fue por su aspecto fofo y regordete, quizá porque nunca decía
nada ni se quejaba el caso es que nunca vi que nadie le pegara.
En el
recreo siempre se sentaba sólo con su bocadillo mientras los demás jugábamos al
fútbol con una pelota de papel o a perseguirnos con el "tú la llevas"
Fue
toda una sorpresa encontrarlo en la Facultad de Medicina. Como hijo de
panaderos me lo imaginaba trabajando en el negocio familiar ya que nunca había
sacado notas brillantes. No podía imaginármelo en la Universidad y, menos aún,
que lograse pasar el corte de los exámenes de selectividad. Además era
especialmente complicado el acceso a la facultad que yo había elegido.
Mi
relación con él fue cordial. Lo saludaba como ex-alumnos que éramos del mismo
colegio pero no hice amistad con él. Pocas veces hablamos entre las clases.
Ninguno de los dos quería hablar de los recuerdos que podríamos compartir.
Él, a
duras penas, logró acabar la carrera. Yo estaba acabando el MIR de médico
rehabilitador cuando él finalizó sus estudios.
Le
perdí la pista durante algún tiempo hasta que me enteré que lo acababan de
nombrar Consejero de Sanidad tras las elecciones al gobierno de la Comunidad
Autónoma. Enseguida juzgué que la decisión había sido un gravísimo error del
partido político que había ganado.
Estaba
verdaderamente sorprendido, pero mi sorpresa aún fue mayor cuando, días más
tarde, acabando la consulta me llamó el director del hospital para que me presentas
en su despacho en cuanto acabara con todos los pacientes.
Me
comunicó que el nuevo Consejero de Sanidad había preguntado por mí y que
requería mi presencia en la sede de la Consejería al día siguiente.
A mi
llegada encontré a otros médicos de mi misma promoción. Nos fuimos presentando
y pudimos comprobar que no había ninguna especialidad médica ni ningún hospital
con dos representantes. Fermín nos
recibió a todos juntos. Nos alabó por nuestro recorrido profesional y nos contó
su verdadera intención para con nosotros. Pretendía que fuéramos asesores suyos
sin dejar de trabajar en los hospitales donde estábamos destinados. La forma
legal para hacerlo era crear un equipo consultivo del cual formaríamos parte
sólo los presentes en la reunión.
Sentía
que su pretensión era saber de primera mano lo que estaba sucediendo en los
hospitales y que no se fiaba nada de los directores generales que su partido
estaba colocando en la Consejería que, claramente, era políticos con mucha
historia en el partido. Para que ninguno se hiciese atrás la pertenencia a este
equipo consultivo estaba especialmente bien remunerada. Con una o dos reuniones
mensuales casi doblábamos el sueldo. Ninguno de los presentes renunció a
aquella bicoca.
La
cordialidad fue patente en las primeras reuniones. Al principio nos pidieron
que les informásemos de las mejoras que se podían hacer en los hospitales de
donde proveníamos. De las propuestas que yo llevé, supervisadas por mi director
de hospital, enseguida hicieron caso a las dos que apenas costaban dinero, del
resto nada de nada.
En el
hospital los compañeros empezaron a pensar que yo era del partido gobernante.
Yo lo desmentía diciendo que siempre había pasado de la política. Lo cierto fue
que bien no me creían o bien me consideraban simpatizante del partido. En
principio no me importó demasiado esa creencia, pero las cosas cambiaron ese
mismo año.
Poco
a poco las reuniones del equipo consultivo dejaron de ser cordiales. Como dice
el viejo refrán "nadie da duros a cuatro pesetas". Empezaron a
pedirnos información que no tenía que ver con la Sanidad. Las preguntas sobre
qué médicos estaban en contra de la Consejería me hicieron sentirme fuera de
lugar. Me abstuve de presentar ningún informe al respecto. Lo justifiqué
diciendo que en el hospital me consideraban del partido y ningún médico hablaba
mal de la Consejería delante de mí.
Los
problemas serios empezaron con una medida especialmente polémica de la
Consejería. Decidieron implantar como obligatoria la vacuna contra el papiloma
humano en todas las adolescentes. El coste de la vacuna lo pagaría íntegramente
la Consejería. Hubo detractores en todos los hospitales, pero fue el compañero
de la promoción que representaba a los pediatras quien se manifestó
especialmente duro dentro del equipo. Defendió que era un coste
desproporcionado comprado íntegramente a una única empresa farmacéutica, que
los estudios realizados demostraban que la fiabilidad de la vacuna era
extremadamente baja y que los efectos secundarios podían ser muy graves.
En la
siguiente reunión no hubo ningún representante de pediatría y Fermín nos
informó de la dimisión de nuestro compañero. Su cara se puso igual de roja como
se le ponía en el colegio cuando dijo la palabra "dimisión".
Lo
que sucedió en el mes siguiente dio la razón al pediatra. Unas cuantas niñas
que tuvieron que ser hospitalizadas tras la vacuna y dos de ellas acabaron en
cuidados intensivos. La siguiente reunión del equipo tenía el aspecto de un
funeral. Casi nadie hablaba y nos limitábamos a contestar lo más escuetamente
posible las preguntas que Fermín nos hacía. Cuando acabó la reunión todos
trataron de irse rápidamente y yo aproveché para quedarme a solas con Fermín.
-Fermín
nos conocemos desde hace demasiado tiempo y quiero aclarar cosas contigo fuera
del equipo consultivo ¿Podemos hablar ahora?
Se
quedó mirándome fríamente y luego su gesto cambió. Me dijo que sí pero que
debía hacer un par de llamadas. Tras quince minutos de espera salió de su
despacho y me invitó a cenar.
Ya en
el restaurante se desahogó conmigo. Me contó que si estaba en política era
porque su padre era un antiguo y bien considerado militante del partido. Que él
lucho por ser médico para que su padre no le obligara a seguir con el viejo
negocio familiar que, para su descanso, había acabado en manos de su hermana
menor. Que fue su padre quien lo afilió y quien hizo presión para que ocupase
un puesto de responsabilidad.
Cuando
le pregunté cómo había llegado tan alto sin haber ocupado nunca otros cargos en
el partido volvió a sorprenderme, esta vez con su sinceridad.
-Estoy
donde estoy porque era la única persona que mantenía el equilibrio dentro de
las familias del partido. Yo era y soy un don nadie que iba a ser y está siendo
manipulado por sus directores generales. Por eso creé el equipo consultivo y
por eso no hay ningún director general dentro de ese equipo.
Me
quedé boquiabierto. No me lo esperaba y me di cuenta que nunca había conocido a
Fermín porque nunca me había acercado a él. Ante mi silencio prosiguió.
-La burrada de las vacunas procede del Director General de Farmacia y
productos sanitarios. Tiene vínculos a través de la cuñada de su mejor amigo
con la empresa farmacéutica que se ha quedado el contrato de la vacunas.
Empresa que, por otra parte, financia generosamente al partido.
-¿Lo vas a
denunciar?
-No tengo
pruebas, sólo indicios.
-¿Por qué no
dimites?
-No es tan
fácil. Nada más salir lo de las hospitalizaciones de las niñas me llamó el
Presidente para decirme que todo el gobierno y el partido están conmigo y que
me van a defender a capa y espada. Lo que traducido fuera del ámbito político
quiere decir que tú no te mueves de ahí.
-En cualquier
caso cuando se enfríe la situación te irás.
-No creo que me
dé tiempo. En el partido ya estarán buscando quien me sustituya. Serán ellos quien
me digan cuando he de presentar la dimisión. Esto funciona así. No me dejan
moverme ahora para que yo cargue con la responsabilidad y, cuando todo haya
pasado, vendrá quién me sustituya que no tendrá que dar la cara por toda esta
mierda.
-¿Cuándo crees
que te van a sustituir?
-Cuando las
vacunas ya no hagan ruido en los medios de comunicación. Antes ningún sustituto
querría ocupar mi sitio.
-Yo quería
cuestionarte cosas que se estaban produciendo en el Equipo consultivo y mi
continuidad en él, pero con lo que has contado me he quedado sin palabras.
-Esto es la
política. Cuanto más arriba llegas más fuerte es la caída. Nunca debí haber
aceptado este puesto. Me hicieron creer que estaba capacitado y mi padre fue el
que más me empujó para que lo aceptara. ¡Se siente tan orgulloso de mí!
Tras pensar un momento en lo que me estaba contando noté
que había algo que no cuadraba. Y se lo pregunté abiertamente.
-Me extraña mucho que me hayas contado todo esto a mí ¿No
tienes amigos a quién contárselo?
-Sabes que no hice amigos en el colegio. Estando en la
Universidad entré en el partido. Mis amigos son del partido y no pretendo mover
nada dentro del partido. Además creo que alguno me traicionaría y rápidamente contaría
lo que te he dicho.
Me sentí mal por él. Me di cuenta donde me había metido
al aceptar ser miembro del Equipo Consultivo. Para toda la Consejería de
Sanidad yo era ahora un hombre de confianza de Fermín por lo que, cuando él ya
no estuviese en el cargo, yo sería un hombre en el que no se podría confiar.
En esos pocos meses como miembro del Equipo consultivo se había
empezado hablar de hacerme un hueco en la dirección técnica del hospital. Un
puesto equivalente al número dos del escalafón. Me podía despedir de ello. Por
una parte me hacía mucha ilusión ya que mi ascenso en el Servicio de
Rehabilitación era muy difícil teniendo varios buenos especialistas por delante
de mí. Por otra parte me sentía descolocado en la dirección del hospital. No
era lo mío. Yo, desde niño, había querido ser médico y ahora lo era.
Era el momento de olvidarme de mí y centrarme en Fermín. Esto de ser
médico hace que siempre te preocupes por la persona que tienes enfrente. Quería
ayudarle y no sabía cómo hacerlo. De repente me acordé de mi mujer y se me
ocurrió algo que le hiciera cambiar el pensamiento tan negativo que estaba
sintiendo Fermín.
-Permíteme
que te hable de lo que más daño te está haciendo.
-¿De qué?
-De cómo vives
la relación con tu padre.
Le cambió la
cara. Le había tocado algún tabú. Nunca le había visto ese gesto.
-¿Que tienes que
decirme de mi padre? -dijo con la cara enrojecida-
-Nada. No lo voy
a juzgar. Él ha hecho lo que ha considerado mejor para su hijo. Es tu forma de
relacionarte con él lo que te hace daño.
Ahora fui yo
quien le sorprendió. No sabía qué contestarme hasta que me dijo
-¿Tu eres médico
o psicólogo?
-Soy médico. Mi
mujer es psicóloga y está haciendo su tesis doctoral con datos de mi servicio.
Está estudiando la respuesta de los enfermos en relación a sus relaciones personales.
No lo típico de las relaciones conflictivas si no lo que ella llama las
relaciones tóxicas.
-¿Qué te hace
pensar que tengo una relación tóxica con mi padre?
-Tu padre ha
dirigido toda tu vida. En apenas unos minutos que me has hablado lo has puesto
presente en todas las decisiones importantes por las que has pasado. No me
extrañaría que una de las llamadas de teléfono que has hecho mientras te
esperaba en la Consejería haya sido a tu padre.
La cara de Fermín se volvió a enrojecer mientras yo proseguí.
-Y ahora la pregunta más importante que puedes hacerte para saber si
la relación con tu padre es tóxica o no ¿Cuántas y cuáles de las decisiones
importantes han sido verdaderamente tuyas?
Tras un rato no demasiado largo de silencio me dijo que ninguna. Que
de varias de ellas se sentía verdaderamente arrepentido. Consideró la peor de
todas había sido meterse en política. Para mí lo más importante fue que
reconoció su relación tóxica con el verdadero director de su vida.
Me pidió pasar consulta con mi mujer de la forma más discreta
posible. Debido a la apretada agenda de un consejero autonómico le fastidié los
sábados por la mañana a Irene. Ella no se quejó. Quizá esa fuera la única
ocasión en su vida de atender a un político de ese nivel.
En los siguientes meses la batalla de las vacunas adquirió forma en
todas las comunidades autónomas. El nombre de Fermín pasó a un segundo plano y
la firme defensa de su partido del uso obligatorio de las vacunas puso en
primera línea de la prensa a la Ministra de Sanidad.
Entre tanto Fermín realizó cambios
en la cúpula de la Consejería. Acabó, con el beneplácito de sus directores
generales, con el equipo consultivo pero me pidió que dejara provisionalmente
mi puesto de trabajo para ser su asesor personal.
Se encargó de hacer público que
procedíamos del mismo colegio y que éramos amigos desde la infancia. Esta
información fue validada por la prensa ya que el colegio les confirmó que hicimos
todo el bachillerato juntos.
Las consultas con Irene estaban
ayudando mucho a Fermín. Estaba consiguiendo una transformación personal
significativa. Lo primero que aprecié fue que ya no se ponía rojo en público.
Fermín empezó a tomar decisiones de forma sosegada y sin consultarlas con
su padre. Ni que decir tiene que su padre pasó a considerarme su peor enemigo
político y eso que yo no me afilié al partido. Les dejé muy claro que mi puesto
de asesor lo abandonaría cuando el Consejero lo decidiera o cuando Fermín
dejara de serlo.
En poco tiempo mi trabajo con Fermín
me hizo aprender muchas cosas del funcionamiento de la Consejeria que
desconocía y sobre todo me hizo conocer a Fermín. No era la persona enganchada
al poder que me había imaginado de él cuando me enteré de su nombramiento. Me
escuchaba y aceptaba mis consejos. Nos tuvimos que enfrentar casi todos los
días a nuevos problemas. Muchos días pasábamos más de 12 horas juntos.
Un buen día Fermín, tras la reunión semanal del Gobierno de la Comunidad
Autónoma, me dijo que nos iríamos a comer juntos a su casa. Allí, sin
posibilidad que nadie más nos oyera, me dijo:
-Dejaré la
Consejería en breve. Lo he hablado con el presidente y ya tienen un sustituto
para mí.
Me esperaba que Fermín no siguiera en el gobierno toda la
legislatura pero no que se fuera tan pronto y le dije
-Yo volveré a mi
trabajo, pero ¿Tú dónde irás? Dejaste tu consulta de medicina general en un
hospital privado que ya no existe.
-Eso le he
planteado al Presidente y me ha dicho que no me va a dejar en la estacada, que
le pidiera lo que quisiera.
-No me dejes en
ascuas. Cuéntame.
-Le he pedido
que me ayude a irme a Extremadura. Que quiero ser médico de pueblo donde nadie
quiera ir.
Fermín no había
perdido su capacidad de sorprenderme. Volví a quedarme sin palabras y el
prosiguió:
-Ya lo
tenía hablado con Irene. Es una de las cosas que me hizo trabajar más. Decidir
lo que quiero hacer con mi vida sin que nadie más intervenga en la decisión.
Como imaginarás mi padre no lo sabe y se enterará de ello cuando ya esté de
camino.
Fermín no se fue de vacío. Antes de irse y aprovechando una directriz de la
Consejería de Hacienda normalizó el gasto de cada dirección general. Así quien
había tenido un incremento de gasto un año al siguiente tendría una
disminución. La Dirección General de Farmacia y productos sanitarios tendría
serios problemas incluso para pagar el gasto farmacéutico corriente. El próximo
político al que mirarían mal sería al que ocupase esa dirección general.
La citada directriz le sirvió para
más cosas. Limitó el gasto máximo en dietas y desplazamientos de todos los
cargos públicos de la Consejería y bloqueó la posibilidad de que los pudieran
subir. Fui yo el culpable de ese bloqueo. Le explique a Fermín que la mejor
forma que quien viniera detrás no pudiera desbloquearlo era gastarse el dinero
disponible. Le recomendé como hacerlo y conseguí que se ocuparan casi todas las
vacantes de médico existentes en la región. El equipo médico de mi hospital me
recibió como un héroe a mi regreso a la consulta externa de Rehabilitación.
El domingo
siguiente a la dimisión del Consejero de Sanidad Irene y yo compramos el
periódico regional. La portada hablaba de la caída del Consejero de Sanidad al
que consideraban un globo que habían inflado para subirlo a Consejero y que
había explotado.
Tras leer los dos la
noticia Irene me dijo:
-Es totalmente
cierta la primera parte de la noticia él era un globo al que habían hinchado
pero Fermín no ha explotado. Lo lanzaron hacia arriba como a un globo, pero no
lo pincharon. Cayó despacio y llegó
suavemente al suelo. El mundo de la política es como el mundo del espectáculo.
Los que entran en él son lanzados hacia arriba con fuerza y poco a poco caen.
No llegan al suelo si los vuelven a impulsar. Pero al final todos caen, todos
caemos de una forma u otra.
-Muy poético lo
que dices Irene pero ¿Por qué consideras que no ha explotado como dice el
periódico?
-Porque no
aceptó proseguir. No fue el Presidente Regional el que impuso al sustituto, fue
él quien lo buscó. Con las aguas calmadas no les interesaba a los del partido
que se fuera. Había sabido capear el temporal.
-¡No me dijo
nada de eso!
-Yo le dije que
no se lo contara a nadie y veo que me hizo caso. Tenía que romper con su
pasado. Se ha dejado aquí a su padre, sus bienes y hasta la medio novia que
tenía que también es del partido.
-Pero ha sido el
partido quien le ha abierto la puerta de irse a Extremadura.
-Es lo que le
cobra por los servicios prestados. Me dijo que cuando tenga en propiedad la
plaza de médico se dará de baja.
-Me parece que
voy hacer todo lo posible para que el Director de mi Hospital pase consulta
contigo.
Nos reímos un rato y luego me contó que estábamos invitados para ir a
Cilleros, el pueblo donde lo habían destinado. Nosotros teníamos el honor de
ser lo único que quería conservar de su tierra natal. Empecé a sentirme
orgulloso de ser el amigo del tonto de la clase.
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